PORTUGAL MOLA MÁS EN MOTO



Playas, bosques, carreteras retorcidas, ciudades históricas, buena gastronomía. Portugal tiene de todo para disfrutar en un viaje turístico, que tal hacerlo en moto?










Tenía previsto hacer un viaje en moto esta primavera, pero por una lesión de espalda la cosa se ha ido demorando bastante, y ha quedado descartada la opción offroad. Así que este año no he bajado a Marruecos.

El verano no es mi periodo favorito para realizar un viaje con la moto, pero por diversas razones me resultaba imposible en lo que quedaba de año, así que he aprovechado que podía disponer de una semana en Julio y me he marchado con la Honda CB 500 para disfrutar unos días del país vecino.

Voy a intentar transmitiros lo bien que me lo he pasado, e intentar facilitaros toda la información útil posible, para cuando os apetezca visitar ese magnífico país.

Vais a comprobar que la calidad de las fotos y del vídeo es bastante mala, y tiene una buena explicación. El espíritu de este viaje iba a ser muy diferente de los anteriores.

Al viajar solo, me apetecía moverme por instinto, sin tener un itinerario previo, sin fijarme en las indicaciones de un navegador, sin estar pendiente de grabar con la cámara o de parar a hacer fotos de los mejores lugares.

Simplemente quería rodar, disfrutar de los paisajes, hablar con la gente, e improvisar el viaje sobre la marcha.

El único plan que tenía al salir, era llegar a Portugal por el centro-sur, subir hacía el norte, y volver en diagonal cruzando la península hasta Alicante. El alojamiento lo reservaba el mismo día con el móvil, dependiendo de donde me encontrara, y si en un cruce me apetecía más tirar hacia un lado que hacia otro, pues adelante!

Con las fotos y vídeos igual. Solo llevaba el móvil para hacer fotos, y la cámara del casco. Si me acordaba de grabar, pues bien, pero si estaba disfrutando del momento, pasaba totalmente de encender la cámara.

Por ese motivo las imágenes no están muy curradas, era un viaje totalmente introspectivo. Para colmo el móvil empezó a darme problemas y casi no pude hacer fotos los últimos días.

Sin embargo voy a intentar resumir la experiencia, aunque han pasado unos meses, pero sobretodo intentar facilitar información útil para quien quiera viajar a este bello país vecino.

Salí de Alicante de madrugada, para aprovechar el frescor en  unos días muy calurosos, pero también que me cundiera el día y pudiera avanzar lo máximo posible. Quería viajar tranquilo por Portugal, y eso implicaba cruzar España a la ida y a la vuelta sin perder mucho tiempo.

Pero también quería evitar autovías, así que solo utilicé el tramo de la A-31 entre Alicante y Albacete, tanto a la ida como a la vuelta. El resto del viaje transcurrió por carreteras secundarias.

Desde Albacete, y circulando por nacionales y comarcales, llegué al magnifico paraje de las Lagunas de Ruidera:


Me apetecía bañarme en este increíble paisaje, pero el día empezó un poco nublado y triste, así que decidí continuar para intentar avanzar lo máximo posible.

Después de un buen rato circulando por las nacionales N-430 y N-420, por fin llegué a Ciudad Real. Si no me equivoco, era la única capital de provincia española que me faltaba por conocer, así que aproveché la parada para comer y pasear un poco por esta villa.

A continuación, seguí por la N-430 hasta Mérida, y debo decir que este tramo de carretera nacional es largo pero es-pec-ta-cu-lar !!

Tenía pensado visitar brevemente Mérida y pasar la noche en Badajoz, junto a la frontera portuguesa, pero nada más llegar sentí que era imprescindible que me quedara ahí a pasear por sus calles. Así que saqué el móvil, busqué un hostal con buena relación calidad-precio y me presenté ahí a los diez minutos para sorpresa del recepcionista!


Mérida es sencillamente alucinante. La cantidad de restos arquitectónicos romanos es abrumador. Mires donde mires ves unas murallas, un acueducto, un templo, restos de viviendas romanas. Es brutal!

Estuve hace muchos años, y lo recordaba bonito, pero no recordaba lo majestuosa que era la ciudad. Así que después de dejar las cosas en el hostal me bajé a pasar el resto del día paseando por la ciudad.


Las viejas piedras adquieren un tono precioso con las luces anaranjadas del atardecer.


Finalmente me apalanqué en la Plaza de España para cenar en una terraza, y a continuación tomar un par de copas al aire libre en los pubs cercanos. Disfruté viendo pasear a la gente a altas horas de la noche, cuando el calor del verano no es tan sofocante.

Tras un merecido descanso en el hostal Senero, bajé a buscar algún sitio para desayunar, y me encontré en la puerta con dos ingleses que estaban cargando sus motos. Un hombre de unos setenta años con una preciosa Suzuki GS 850 G de los años 80 que parecía nueva, y su yerno que llevaba una V-Strom 650.

El mayor se había recorrido toda Europa con su moto. Solo llevaba un par de viejas maletas Krauser que también parecían nuevas, y poco más. El yerno iba cargado como un burro. Tres maletas, un rulo impermeable en la parte trasera del asiento, bolsa sobredepósito de tres pisos, bolsas laterales, mochila, etc, etc.

Mientras el más joven cargaba su moto, el suegro se descojonaba fumándose cigarro tras cigarro. Todo un espectáculo. Eran muy majos, y me contaron que estaban haciendo un viaje muy parecido al mío, salvo que empezando en Santander, donde llegaba el ferry de los reinos unidos.

Habían bajado por toda la costa portuguesa acampando donde podían, y ahora volvían a subir por territorio español.


Pues nada, un buen desayuno para recuperar fuerzas, y a seguir con la ruta. Próximo destino Badajoz, a pocos kilómetros de Mérida.

Un paseo por la ciudad, que ha mejorado mucho su casco antiguo en los últimos años, un café, y cruzamos la frontera con Portugal.

Aquí hago un pequeño inciso para comentar que en los últimos veinticinco años, cada vez que he viajado a Portugal la gasolina era más cara allí, así que aprovecho para llenar el amplío deposito de mi CB 500 antes de cruzar al país luso. Allí la gasolina anda aproximadamente sobre 1,45€ el litro de 95 octanos. Por supuesto más cara en autopistas, y un poco más barata en supermercados (suelen tener gasolinera en el parking).

Otro dato practico es que todas las autopistas en Portugal son de pago, y bastante caras. No hay peajes, sino unos pórticos sobre la calzada que registran la matricula del vehículo y le pasan el cargo a su tarjeta de crédito.

Viniendo desde España, en algunas autopistas hay maquinas nada más pasar la frontera donde introduces el número de matrícula y el de la tarjeta. En otras tienes que parar en la primera gasolinera para hacer el trámite.

Si no lo haces, y registran tu matricula circulando por la autopistas, teóricamente te mandan una multa, aunque no lo he comprobado!

Primera parada en Portugal, junto a la frontera española, la bonita ciudad fortificada de Elvas, por la que di un buen paseo.


A continuación solo me moví por carreteras secundarias, subiendo hacia el norte en paralelo con la frontera, y pasando junto a muchos pequeños pueblos amurallados, hasta llegar a Castelo Branco.

Apenas hice paradas, ya que deseaba adelantar lo máximo posible para poder recorrerme tranquilamente la N-112, una carretera de curvas muy bonita entre Castelo Branco y Coimbra, que va cruzando montes y bosques.

A mitad de este tramo me detuve en Pampilhosa da Serra, un curioso pueblo encajado en un valle, y en el que han adaptado el cauce del río para utilizarlo como si fuera una piscina natural, con su césped a modo de playa, y chiringuitos con música en los que tomar algo.

Me volví a quedar con ganas de bañarme, pero no podía perder mucho tiempo si quería llegar de día a Coimbra.



Como contrapunto negativo, esta zona es la que fue asolada por las llamas en primavera, en los desgraciadamente famosos incendios que provocaron docenas de fallecidos.

Era devastador ver las hectáreas de bosque carbonizado a la vuelta de un curva o al superar un puerto.

Por fin llegué a Coimbra, y me fui directo a la pensión que había reservado con el móvil un par de horas antes. No la voy a nombrar porque no me gustó mucho, pero al menos estaba en pleno centro. No había mucho donde elegir debido a la alta ocupación en esas fechas.


Coimbra es una ciudad universitaria muy bonita, con varias colinas que vigilan el ancho río Mondego.


Resulta muy fácil encontrar multitud de edificios históricos, y posee una de las universidades más antiguas del mundo, situada en lo alto de una colina.


Al ser verano, la ciudad estaba llena de turistas franceses, pero vacía de sus característicos estudiantes universitarios, por lo que resultaba misión casi imposible encontrar algún sitio animado después de medianoche, todo el mundo está en la costa, muy cercana.

Así que cena típica, "francesinha", en una de las callejuelas empinadas del casco antiguo, un par de cañas en una terracita, y a dormir!


Al día siguiente vuelvo a ponerme en marcha tras un copioso desayuno por el centro.

En Portugal, por las zonas rurales y del interior se puede ir bien, pero moverse en zonas más urbanizadas, o cercanas a la costa, sin utilizar las caras autopistas es bastante desesperante.

Además todas las indicaciones te llevan a la autopista cuando haces tramos largos, en las carreteras secundarias solo viene indicado el siguiente pueblo, excepto que estés por una zona en la que no exista la alternativa de la autopista.

Para colmo sufro una lluvia fina durante toda la mañana. No pasa nada porque hace calor, y me he traído chubasquero, pero hay que ir con mil ojos por el estado de las carreteras y del tráfico.

Finalmente llego a Aveiro, que algunos llaman la Venecia portuguesa. Si bien es cierto que es muy bonita con sus canales mezclados con las calles, la comparación resulta imposible.

Aquí se amontonan turistas en típicas barcas de estilo local para que les den un paseo por los canales hasta la desembocadura del río en el mar a unos pocos kilómetros.


Después de tomar un refresco fermentado frente a los canales, continúo hacia el norte por las saturadas carreteras locales, esta vez con un sol radiante.

Por fin llego a un destino por el que tenía muchas ganas de pasar, la ciudad costera de Espinho. Aquí, hace muchos años, me pasé un mes gracias a un programa de intercambio de estudiantes.

Fue un periodo muy intenso del que guardo grandes recuerdos, y me apetecía volver a visitar el pueblo para ver los cambios.

Es una localidad que recibe mucho turismo en verano, con una gran tradición surfera. De hecho, sus olas nobles reciben muchos aficionados que desean aprender este deporte.

El ambiente surfero se huele por todas las esquinas, y en el mes de Julio aún más. Chicas y chicos con un nivel de bronceado californiano y llevando la tabla bajo el brazo en dirección a la playa, bares en primera línea con mucho ambiente, etc.

Tenía pensado realizar tan solo una parada y continuar para pasar la noche en Oporto (Porto), pero paseando por las calles me vinieron tantos recuerdos, y el ambiente era tan agradable, que decidí dedicarle más tiempo y pasar la noche.


Me puse a buscar un alojamiento con el móvil, pero al ser una ciudad costera tan turística, y en pleno mes de Julio, estaba todo completo o carísimo.

Así que me pillé una cama en dormitorio compartido en el 18st Hostel, que resultó ser una experiencia fantástica.

De adolescente y jovenzuelo, he viajado mucho por Europa alojándome en albergues y hostels, pero luego con pareja y familia resulta más complicado compartir dormitorio, y tampoco sale más barato.

Al ir solo, me daba igual, y además me ahorraba dinero. Para colmo el hostel era genial, y me tocó un dormitorio vacío en el que dormí solo.

Está junto al centro, bastante cerca de la playa, y su propietario Diogo te trata increíblemente bien. De vez en cuando se pasa su madre y trata a los huéspedes como si fueran sus propios hijos.


Lo del hostel fue un acierto, así que decidí alojarme en este tipo de establecimientos el resto del viaje. Gracias a esto conocí un montón de gente interesante con los que tomar unas cañas, me pude alojar cerca del centro de las ciudades manteniendo un coste muy bajo, y con lo que me ahorré pude dedicar más dinero a gastronomía local y pequeños placeres sibaritas.

Por supuesto, nada más dejar las cosas en el hostel me fui corriendo a la playa a bañarme. El agua estaba fresquita, como me gusta, nada que ver con mi Mediterráneo en las mismas fechas.

Había mucho ambiente en Espinho, pero muy sano y agradable, sin prisas y con buen rollo. Así que por la tarde, después de una jugosa hamburguesa casera, unas cañas en primera línea de playa escuchando música, y rematando la velada en el hostel con otros huéspedes tomando una copa de vino e intercambiando opiniones sobre el devenir del mundo.

Al día siguiente, me levanto pronto para ir a darme otro baño en el Atlántico, el último de este año, y a la vuelto recojo la ropa que había dejado el día anterior en una lavandería. Como podéis ver en las fotos, solo llevaba una mochila pequeña para toda una semana, y no he echado en falta nada. De hecho, podría haber llevado menos cosas.

Tras recoger mis cosas y despedirme de Diogo, continúo la ruta hasta Oporto, que solo se encuentra 22 kilómetros más al norte.

Me encanta esta ciudad, tiene un carácter muy especial. No sé si es por los azulejos omnipresentes, los viejos edificios que han sabido conservar su aspecto, las colinas frente al Duero, el trato amable de sus habitantes, pero disfruto mucho paseando por sus empinadas calles.


El hostel era moderno, y tenía aparcamiento en el que guardar la moto. Compartía habitación con dos jóvenes franceses de origen marroquí, y una alemana. Los tres estaban en Oporto únicamente para salir de marcha por la noche, e ir a la playa en tranvía por el día. No suena a mal plan.

Me pasé el resto del día paseando por la ciudad, lo que teniendo en cuenta las pendientes equivale a un mes de gimnasio.


Por la noche, unas cañas de precalentamiento junto a un grupo de hipsters con muy buen gusto para las motos, Moto Guzzi, Ducati, BMW R, CB 1100, etc.


Luego pude comprobar, gracias a los consejos de mis compañeros de habitación, que cerca del hostel había una zona de marcha bastante cañera, aunque a partir de cierta hora ya empezaba el desfase cual discoteca de verano en Ibiza.

Aquí tenéis una foto del hostel, moderno y limpio, pero un poco alejado del centro. Ideal para andar y recuperarse de todas las horas en moto de los días precedentes.

Hay que tener en cuenta que todos los pueblos y ciudades portuguesas tienen las calles adoquinadas. En una moto con suspensiones duras el traqueteo puede ser agotador! (y doloroso).


Al día siguiente, y levemente resacoso, otro buen paseo hasta el río para despejarse, un estupendo desayuno casi encima del agua, y volvemos para recoger.

Ya toca ir volviendo hacía Alicante, pero antes me doy una última vuelta en moto por la ciudad aprovechando para cruzar sobre casi todos los puentes que salvan el río Duero.


A partir de ahora, el móvil me empezará a dar problemas, negándose a realizar fotos, así que ya no hay muchas más fotografías, pero si algún que otro vídeo.

Me vuelvo a pelear con el tráfico costero hasta la ciudad de Braga. Una ciudad preciosa con un casco antiguo muy bonito.

Aquí, tras dar un rápido paseo por las callejuelas antiguas, me conformo con comer una hamburguesa en el McDonalds, he perdido mucho tiempo por la mañana, y necesito recuperarlo.

Desde Braga cojo la fantástica carretera N-103. Son 236 kilómetros de curvas y más curvas para llegar hasta Bragança, junto a la frontera española, y todo rodeado por magníficos paisajes, sin casi tráfico ni apenas pueblos que cruzar, solo disfrutar de las vistas y dar gas.

Puro disfrute, aunque agotador. Hay tantas curvas que incluso circulando alegremente la velocidad media no es muy alta, pero sarna con gusto no pica.

Apenas me cruzo con otros vehículos, y poco antes del atardecer llego a Bragança. El albergue juvenil es una residencia estudiantil en horas bajas, pero es muy barato y tengo todo el dormitorio para mi solo.

Como siempre, dejo la moto aparcada y me pego un paseo hasta el centro. La parte nueva de la ciudad no vale gran cosa, pero el casco antiguo, que se encuentra apartado, es un pueblo medieval amurallado muy bonito.

Me hincho a pasear por sus calles y junto al arroyo que hay abajo de la colina. No hay practicamente nadie por las calles, supongo que están casi todos en la playa. En Portugal es muy habitual tener segunda residencia en la costa.

Encuentro un restaurante con vistas justo debajo del castillo, de menú entrantes de jabalí en salsa, y filete de ciervo. Los camareros son muy majos, y me gusta mucho la música de tipo rap en portugués que están poniendo para ambientar. Así que pregunto, y me dan toda un avance del panorama musical actual del país, mola.


También me comentan donde hay garitos para tomar una caña después de cenar, pero me avisan que en estas fechas hay poco ambiente.

Así que de vuelta me cruzo con un bar en el que una moza canta fados acompañada de un guitarrista. A veces también se anima con alguna samba brasileña, esto me gusta más.

Sigo hasta uno de los garitos recomendados, de ambiente rockero. Hay poca gente, y están viendo un partido de fútbol bastante aburrido. Así que un zumo de cebada y a dormir.


Al día siguiente, a primera hora me doy un paseo con la moto por el casco antiguo, y al salir de la ciudad me paro a repostar (lo justo para llegar a España!) encontrándome con este ciclomotor Casal made in Portugal, ultra preparado y tuneado. Hasta llevaba funda a medida para el depósito, y os aseguro que sonaba muy bien y andaba un güebo!


Y aquí se acabó definitivamente la posibilidad de hacer fotos.

Durante el día fui alternando tramos de autovías y carreteras nacionales, cruzando Zamora, Salamanca y Ávila. En todas estas ciudades, un breve paseo (ya las he visitado todas con más calma), un refresco fermentado, y una tapita.

Finalmente llego a Toledo, donde pasé la noche en un hostel abarrotado en pleno centro histórico. Por supuesto, cena copiosa seguida de una ruta de cervezas por todo el casco antiguo para festejar la última noche de viaje.

El día siguiente tenía que llegar pronto a casa, así que fue un simple tramite con pocas paradas. De nuevo pasando por las Lagunas de Ruidera, y luego autovía desde Albacete hasta Alicante.

Este fue el recorrido total:


La moto no me dio ni un solo problema en todo el viaje, con un consumo aproximado de 5 l/100km. Las habitaciones individuales en Mérida y Coimbra me costaron aproximadamente 35€. La cama en dormitorio compartido de los hostels me salieron entre 12 y 20€ la noche dependiendo del lugar.

En general, diría que el alojamiento cuesta más o menos lo mismo que en España en lugares similares, la gasolina es bastante más cara. Comer en bares o restaurantes es un poco más barato o más copioso, pero la calidad siempre está presente. Tomarse alguna bebida en bares o pubs es ligeramente más barato, pero no hay una gran diferencia. Al final el coste total es bastante parecido a viajar por España, unas cosas compensan otras.

A continuación os pongo el vídeo, pero, como comentaba al principio, en este viaje no me he currado nada ni las fotos ni los vídeos. Mi objetivo era tan solo disfrutar sin ninguna planificación ni obligación de ruta o recursos audiovisuales. Por ese motivo el vídeo es un poco soso. Para el próximo viaje va a ser muy diferente, ya os lo anticipo!




Para los curiosos que me preguntan con frecuencia, mi moto llevaba estos accesorios:

Una cúpula Puig:

Intermitentes blancos homologados Vparts:

Retrovisores Vicma replica de Honda VTR 250:



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